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Archive for abril 2010

Con discreción, y quizás lejos aún de una gran mayoría, el mundo de las letras y la cultura se sigue abriendo paso en Cangas del Narcea. Reconforta la llegada al mismo de savia joven y decidida que, como en el caso que nos ocupa, desde la discreción y la humildad, se abre camino en el siempre difícil campo de las palabras y las ideas.

Una vez más, la librería Treito daba un paso adelante en su apuesta por la Cultura y reunía en su local a dos escritores cangueses. De una parte, la veteranía de José María Rodríguez, Chema Bimeda, autor de obras como “Nueite de Filandón”; “Xuan Cana”, “Tiempos de neblina”, “El Cantu´l Gallu” y otras. Del otro lado, la joven Elena Martínez Martínez, escritora que con tan solo 25 años da sus primeros pasos en este mundo tras haber ganado varios concursos de relatos cortos. Junto a ellos, Miguel Ángel Pérez, locutor de Onda Cero y escritor de palabras en el aire, que retransmitió el acto en directo.


Se da la curiosa circunstancia de que ambos autores son técnicos en ejercicio, Chema como ingeniero de telecomunicaciones en Madrid y Elena como técnico informático en Cangas. Actualmente estudia Filología Hispánica en la UNED. Como bien señalaba el de Bimeda siempre se ha considerado a la Literatura como “el jardín de la ciencia, de ahí que quizás en nosotros se de esta circunstancia”.
No quiero dejar pasar esta ocasión sin señalar que, pese a los esfuerzos de mi amigo José Maria G. Azcárate de acercarme a la lengua asturiana y a que hiciese mis pinitos con ella en La Maniega, fue Chema, con su obra “Tiempos de nublina” quien logró convencerme de la peculiaridad y sonoridad de la misma. Y lo hizo a través de los sentimientos que, a flor de piel, supo depositar en esta obra y de los que la l.lingua fue vehículo ideal.
Señalaba Chema que comenzó a escribir allá por el 82 “por la causa” ya que tras emigrar a Madrid, “uno se siente más asturiano cuando más lejos de Asturias se encuentra y así terminé en el Centro Asturiano donde conocí al grupo integrado en Concellu de Asturianos en Madrid. Había que defender la l.lingua y creí que esa era la mejor forma, utilizándola. Considera que “técnica y letras son perfectamente compatibles”. “En ésta es difícil empezar y el temor a hacerlo mal te ata tanto como el saber que hay mucha gente que lo hace muy bien, pero después de dar los primeros pasos se convierte en una necesidad vital y no te plateas parar aunque ni siquiera sepas si tienes o no público lector”.
El caso de Elena tiene especial mérito. Sus amigos y vecinos saben perfectamente las difíciles circunstancias en que se han desarrollado, y se siguen desarrollando, sus estudios y trabajo. Desde su tangible timidez ha sabido alzarse en el esfuerzo y abrirse camino en sus estudios, trabajo y ahora el mundo literario.
“Tuve suerte al tener amigos y profesores que me animaron a escribir, incluso algunos fueron críticos y me corrigieron, de ellos aprendí mucho”. Explica que presentó su primer trabajo a un concurso “tan solo por probar, hubo suerte y aquí sigo”.


En una cosa coinciden ambos, “no sabemos si existen o no las musas pero está claro que si llegan deben pillarte trabajando”.
Se ha animado Elena a acercarse al mundo de novela y así nos ha adelantado que ya tiene ultimada la primera, “Canciones de Lluvia”, una obra ambientada en la Argentina de Pinochet con una chica que cree a su padre desaparecido y después se encuentra que no es así. Aunque aún no está publicada ya tiene otra en proceso.

Espero de los cangueses que sepan valorar lo que tienen en casa al menos tanto como lo de fuera. Que se impliquen más en la vida cultural del concejo y que, al igual que hacemos nosotros, reconozcan la gran labor que al respecto está desarrollando la Librería Treito

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No empecé con buen pie. Antes eran los duendes los que jugaban con los tipos de la imprenta y alteraban las palabras y su orden. Ahora deben de ser los chips y los cambios de archivos de unos a otros ordenadores, o computadoras que dice mi sobrino más al día que yo en conocimiento de estos artilugios, los culpables de los pequeños motines que organizan frases y palabras en algunos artículos.
Quede constancia pues del entuerto y vamos con: “El mirador del biquini”.
Apenas repuesto de mi asombro de como el más duro cotilleo oral se eleva a la categoría de naturalidad en la diaria conversación me encuentro como sigue el mismo, y al parecer natural camino, el visual.
Había tenido turno de noche, hacía un sol esplendido y, aunque no calentaba, decidí pasear por el Parque del Molino y conocer las piscinas cubiertas. Unos perros correteaban por el césped ante la mirada displicente y perdida de sus dueños, un chico y una chica que se cruzaban sin mirarse. Bordeando el río ascendí por un recién construido y empinado paseo, al que escoltan unas estrambóticas farolas, accediendo a la parte posterior de las piscinas, una explanada situada entre éstas y las alineadas ventanas de un colegio. Allí si había gente. No, no paseaban. Haciendo pantalla con las manos intentaban ver más nítidamente lo que dentro ocurría. Me picaba la curiosidad, pero no me atrevía a acercarme. Estaba extrañado. Retazos de conversación llegaban a mis oídos:
– No, no; la del bañador verde es la de Julio, y la más gorda está casada con uno que fue picador en el Patatero; explicaba un hombre alto y con atuendo deportivo.
-¡Pues como haya tenido para el marido el mismo gusto que para el bañador! ; intervino una señora pequeña y regordeta que paseaba de corrillo en corrillo inquiriendo y aportando datos de todos y cada uno de cuantos dentro se hallaban.
No aguanté más. Desde una de las esquinas, e intentando disimular, miré el interior. Unas cuantas mujeres y unos tres hombre, ya maduritos todos, se encontraban al fondo de las instalaciones alrededor de una joven que parecía ser monitora y que, mirando hacia ellos, bajaba y subía los brazos. Dos más nadaban en la piscina y otro pequeño grupo chapoteaba divertido en la menor.
¡Ese era el espectáculo que mantenía pegadas a los cristales a más personas de las que se hallaban dentro!
Me senté en un banco y desplegué La Voz de Asturias. Tras cinco minutos allí parapetado estaba perfectamente enterado del estado civil, profesiones, posesiones trabajos y los muchos defectos y pocas virtudes de todos y cada uno de cuantos, ¿ajenos a los de fuera?, disfrutaban del agua.

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Los viejos rokeros

Y para no ahondar aún más en la incorrección cometida por el grupo retratado creo que debería decir roqueros y roqueras, o quizás escribir roquer@s. Ya no sabe uno que chorrada progresista significar para estar dentro del campo de lo políticamente correcto.
Siguiendo a ello, señalar que un pequeño grupo de estos nostálgicos, y nostálgicas doña Bibiana, no se me altere, decidieron celebrar el 27 de noviembre, como antaño fue norma, la abolida festividad de San José de Calasanz, a la sazón patrono de la educación Primaria; abolición que nuestros líderes, lideresas, dirigentes y dirigentas, efectuaron con cordura y sentido no fuera el demonio, que todo lo enreda, hubiese personas (¿tendré que decir también personos por el aquel de la paridad?) en este Estado, antes España, que se sintiesen ofendidas en su particularidades creencias o no creencias ante tamaña exposición pública de religiosidad católica. Así pues, fuera festividad y a crear el Día del Profesor, y la Profesora faltaría más, que venía a igualar a todo quisque y quisca sin santoral, vidas ejemplares y otras gaitas. Laicismo a tope
Decía yo que un grupo de díscolos profesores, antes maestros, decidieron ciscarse en la tan manida y afectada corrección y mandar a hacer puñetas a tanto papafrita como anda suelto por ministerios y consejerías y del brazo de sus consortes, y consortas doña Bibiana, y consortas, lanzarse a la incorrección más bullanguera festejando al abolido patrón y dejando constancia gráfica y caligráfica de la folixa.
Y allá marcharon ligeros de equipaje y corrección política al uso, más pintureros que un San Juan en procesión, a dar buena cuenta de platos y botellas mandando de paso a la corrección sanitaria a dar también un prolongado paseo por sus colesteroles, ácidos úricos, azúcares y tensiones, convencidos de que la calderilla de horas, minutos y segundos que nos ofrecen los administradores de la sanidad por cada comilona, por cada cigarrillo o por cada cubata, no es más seguro que la propia eternidad.
No más les faltó renegar allí mismo de sus nombres, pues quizás en la vuelta a las aulas, los pocos que van quedando con vuelta, podrían herir la sensibilidad de algún alumno o madre, de las de LOGSE principalmente, al tener que llamarles María, José, Francisco o Ángel, nombres totalmente contaminados por el cristianismo y en absoluto correctos con el momento político que vive este país especialmente considerado con todo hasta el punto de haber creado un especial lenguaje de perifollos lingüísticos, huecos de continente y contenido, profusamente utilizados por cualquier pedorro ilustrado y aplaudidos por chichinabos y tocaperas de cámara. Así sea.

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Debe el viajero que hasta el suroccidente se acerque en esta fechas detenerse en la villa del Cangas del Narcea en la mañana del Sábado Santo y perderse por su parte vieja arrancando de las murallas de  la Plaza Toreno, siguiendo la calle Arrastraculos abajo, donde podrá comprobar personalmente el porqué de tal nombre; hasta la zona de los cinco puentes y confluencia de los ríos Luiña y Narcea, centro neurálgico de la monumental Descarga que se realiza cada 16 de julio. Tras pasear por la zona y visitar el mercadillo, instalado junto a la basílica y donde aún se ofertan productos traídos directamente desde las aldeas, habrá de acercarse a  cualquier pastelería o panadería para degustar las magníficas “bollas de pascua” que aquí se  realizan. Un manjar exquisito, crujiente en su todo, que estalla en la boca en armonía de dulces suaves.

Esta bolla es obligado regalo de los padrinos del concejo a sus ahijados, tradición que, en parte, se está perdiendo ante la materialidad monetaria de los nuevos tiempos.

Puede posteriormente el viajero acercarse hasta el Bar Blanco, en la calle Mayor, ganador del último concurso asturiano de pinchos, y pedir  uno de éstos con una “compuesta”, original bebida que allá en los inicios del pasado siglo popularizó en la villa un notable barman conocido como “El Habanero”. Se sabe que lleva hierbabuena porque se ve. El resto del coctail es un secreto celosamente guardado. Eso sí: con una, basta.

Allí mismo puede el turista semanasantero reponer fuerzas. No se rompa la cabeza y déjese guiar por Pepín Ron. Si decide continuar, cualquiera de lo restaurantes de la villa o sus cercanías rayan a gran altura. Pruebe el vino de la IGP de las Tierras de Cangas, puede que sea toda un a sorpresa fuera de los gustos al uso en lo que a caldos se refiere. 

Fumaza en Besullo

 Ya al atardecer habrá el viajero de iniciar viaje hacia Besullo, patria chica de Alejandro Casona, y aldea que fue foco cultural y  religioso durante muchos años.

Fumaza en Besullo

Fumaza en Besullo

Aquí se encontrará el caminante con un acto, al menos sorprendente, en el que se fusionan de forma indefinida e indelimitable lo profano y lo religioso.

 Hacia las once de la noche se enciende una hoguera de grandes dimensiones denominada “fumaza”, que comienza a arder momentos antes de iniciarse la misa crismal. Durante el día, los vecinos ha acumulado leña suficiente, especialmente grandes árboles huecos conocidos como calabornios          .

Llegado el momento, el oficiante, seguido de los fieles, acuden en procesión desde la iglesia al fuego en el que, tras ser bendecido, enciende el cirio pascual del que posteriormente irán todos tomando fuego en su velas regresando de nuevo a la iglesia. Aquí termina lo relacionado con el rito católico. Desde ese momento se retorna a las religiones de celtas y druidas y los allí congregados  bailan, danzan y cantan alrededor de la fumaza durante toda la noche mientras los vecinos rivalizan en el arte de repicar las campanas. A este baile le acompaña la degustación del bocho, un pan dulce que se elabora artesanalmente por estas fechas. Un acto de unión y alegría que se celebra desde tiempos inmemoriales.

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